Huyo de escribir, aunque no siempre lo consigo. Hay una parte desesperante e incontrolable que no puedes rehuir, y esas frases —con o sin sentido— acaban en la aplicación de notas de mi móvil: el escupitajo emocional que evita que te derrumbes. Es como quitar el tapón de una bañera que está a punto de rebosar o como cuando alguien te da un abrazo justo unos segundos antes de romperte.
El dique que se destroza cuando la presión del agua es incontrolable: esas son mis notas del móvil.
Y aunque también intento no llegar ahí demasiado, como quien esquiva el llanto o gritar, casi nunca lo consigo. Pero hay una parte mucho más cruel de la escritura que es sentarse a ordenar todo eso. Y en esa estoy ahora mismo.
Cosas bonitas
Me arrepiento de no haber guardado durante todo este tiempo que está durando mi aventura con los libros cada cosa que me ha pasado, cada mensaje especial que he recibido, los tatuajes, las ilustraciones, los video recitando, las coreografías… absolutamente todo. Al principio, hacía captura de pantalla de cada publicación compartida con alguno de mis poemas o de mis libros. También de algunos mensajes, pero llegó un momento en el que dejó de ser factible hacerlo. Ojalá hubiera encontrado la manera de conseguirlo. Sería una carpeta llena de diamantes y de cariño, de gente buscando su sitio.
He escrito canciones con gente a la que admiraba, he subido a escenarios mágicos, he abrazado más de lo que podría haber imaginado nunca y sé que la mitad de lo vivido se va a perder en mi cabeza en algún momento. Me da tanta pena. Pero a la vez me da calor cada vez que aparece en mi memoria algo que parecía olvidado. Reflota sin saber por qué y me amansa, me da calma, me hace pensar que no lo estoy haciendo tan mal.
De todas las cosas que impresionan, y os aseguro que hay muchas, como que la gente venga a verte, grabe mis frases en su piel o utilice su tiempo en hacer algo para mí, una de las que más vértigo me da es todo lo relacionado con los niños y jóvenes. Estos últimos años, he tenido la oportunidad de ir a algunos institutos a hablar con los alumnos sobre mis poemas, aunque yo siempre prefiero que me hablen sobre ellos y sobre lo que les mueve. Son un mundo flipante.
El otro día, Maestralauriela compartió esta foto de su sobrina adentrándose en el mundo de la poesía en primaria. Yo, que nunca he querido que me hicieran mucho caso porque toda la vida he pensado que no tenía nada importante que decir y que para qué hacerle perder el tiempo a la gente en escucharme, que todo esto esté pasando es algo tan tremendamente grande que no sé muy bien cómo lidiar. Me hace replantearme muchas cosas, como que tal vez he estado siempre equivocada.
Cuando empecé a ir a terapia, una de las cosas que más me costaba asumir era que había una persona prestándome atención durante casi una hora seguida y se concentraba en mí y recordaba lo que había dicho de una sesión a otra. Sé que le pagaba por hacer eso, pero aun así, hablar tanto tiempo sobre mí, tener tanto rato el foco en mí, ya era un ejercicio en sí mismo.
Seguiré siendo la chica del fondo de la barra que observa todo sin llamar mucho la atención, pero he dejado de ser esa persona que creía no tener derecho a hacerlo. He conseguido entender que lo que pienso o lo que digo es importante y merece ser escuchado, que lo que siento merece ser vivido y que es un regalo para mí y para quien se quiera quedar. Aunque siga sin dejar que nadie se acerque demasiado.
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Huyo de escribir.
Me cuesta entender
por qué hay gente que lo busca.Supongo que por el después.
Por los nudos desatados
y los pulmones hinchados.
Por todas esas cosas
que ahora ni recuerdo.No quiero escribir.
Huyo del berrinche.
-Patricia Benito | Tu lado del sofá
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En marzo empezamos un proyecto de escritura.
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