Cada vez que estoy metida en mitad de un proceso creativo —que en mi cabeza es SIEMPRE aunque en el mundo real sea sólo cuando estoy haciendo un libro— todo se pone patas arriba: los horarios de comida y sueño se vuelven incontrolables, las emociones vienen y van a su antojo, las inseguridades toman las riendas más de lo que me gustaría y la incertidumbre se convierte en una amiga odiosa. Hay pocos picos de emoción alegre y, a pesar de eso, crear es una adicción para quienes necesitamos hacerlo.
Sé que esto que digo tiene muchas aristas y que no siempre es igual. Crear es algo maravilloso, pero es menos placentero cuando tienes que llegar a un sitio, a una meta o a una fecha.
No me quiero ir por las ramas, de lo que he venido a hablar es de los puntos seguros. Algo que mi chándal, mi moño y yo hemos descubierto estos días mientras nos lamentábamos de mi poca capacidad para escribir.
Dentro de este desastre y desorganización, me había dado cuenta de que hay pequeñas rutinas que no me salto ningún día. Nada de grandes rarezas. Una de ellas, la más importante para mí ahora, es escuchar música cuando estoy a punto de dormirme. Cuando ya dejo lo que esté leyendo, apago la luz y el móvil y cojo la pose que me acompañará parte de la noche, tengo que escuchar las mismas cuatro canciones (ahora alguna más), en el mismo orden y con el mismo volumen. Mi cuerpo y mi mente se van calmando según avanza la lista de reproducción. Cada noche igual, cada vez más acompasados. Ya se conocen.
El otro día me crucé con una charla —lo siento, no he podido encontrarla— en la que alguien hablaba sobre por qué a los niños les gusta ver la misma película una y otra vez. Venía a decir —aunque lo relleno un poco de lo que yo creo— que los peques están en constante aprendizaje, rodeados de cosas que no conocen y que tienen que ir descubriendo, de la misma forma que deben lidiar con sus propias emociones y con la manera en la que se enfrentan a todo ello. Ver la misma película infinidad de veces, no es más que —entre tanta incertidumbre— un punto seguro, un paseo tranquilo que ellos saben a dónde les va a llevar. Esa es mi lista de reproducción cada noche: un sitio en el que no tengo que hacer nada, sentir nada ni pensar en nada. Sólo seguir los pasos, solo estar a salvo.
Muchas gracias por estar aquí.
Os adoro,
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