He vuelto a levantarme con los pájaros. Bueno, tal vez no tan pronto. Si no recuerdo mal, y no miento en el diario de mi último libro, los pájaros de mi barrio empiezan a escucharse a las cinco y cuarto. Sea como sea, hoy he vuelto a levantarme con su sonido y sin ninguno más: ni coches, ni persianas, ni niños llorando a través de las paredes, ni padres desesperados, ni cisternas del baño o pitidos del microondas.
Son la 7.07 de un sábado fresco de verano y ya vuelvo a estar sentada en el mismo lugar en el que estaba anoche de madrugada ordenando posibles proyectos. Antes de ayer, volví a desinstalar un montón de aplicaciones sociales de mi teléfono y tengo la teoría de que por eso he vuelto a despertarme a estas horas. Es sorprendente cómo todo me cunde más sin estar pendiente de ellas. Podría afirmar, sin excesivo miedo a equivocarme, que soy más feliz así.
Pensaba el otro día en que debería ser obligatorio por ley no poder mirar el teléfono hasta pasada al menos una hora desde que te despiertas. Podríamos llamarla como quisiéramos, la hora dulce, tal vez, y deberíamos protegerla casi tanto como a la educación o a la sanidad pública.
Lo veo tan claro, lo noto tan beneficioso, que, salvo algunos casos de inicio de enamoramiento en los que necesitas noticias constantes como forma de supervivencia, no veo razón para saltarse esta norma.
Ya he hecho otras veces esta purga, no soy novata en esto, pero me sorprende lo rápido que ha conseguido mi cuerpo acostumbrarse esta vez. En otras ocasiones tardaba unos días en dejar de coger el móvil cada 12 segundos y notaba una especie de nerviosismo previo a la calma. Hoy, sábado fresco de verano, a las 7:40, ya respiro despacio y profundo. Ningún atisbo de que vaya a cambiar este estado.
Ayer, 12 de julio de 2024, este lugar, Hanami, cumplía tres años de vida. No negaré que por momentos se me ha hecho cuesta arriba mantener este espacio y algo parecido a una constancia. Tampoco negaré que hace unos días estaba pensando cómo cerrarlo y viendo cómo cancelar las suscripciones de pago —cosa que hice con las mensuales—, pero ayer, contestando una entrevista que me preguntaba por esta newsletter, me sentí muy orgullosa de haberla creado, de haber construido este lugar seguro, y ya no quería dejarlo.
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