El otro día me desperté floja. A veces sucede. De vez en cuando, tu estado de ánimo depende de tus primeras acciones del día, de lo que escuchas o ves, de lo que te dicen o te dejan de decir, del tiempo que hace o de en qué estabas pensando cuando te acostaste el día anterior. Otras veces, es una cosa puramente hormonal.
Como os decía, ese domingo lunes martes lo que fuera, me levanté sin verme capaz de hacer mucha cosa, pero ahí estaba, intentando no convertirme en un gurruño en el sofá.
Mientras desayunaba, recibí una llamada: venían a verme y a ayudarme con lo que se me estaba haciendo bola. Y todo cambió, incluso antes de que nadie llegara a casa. Un segundo después, puse este tuit. Sin más, sin explicación, solo porque me sentía agradecida.
Cuando comparto un tuit, un texto, un poema, una foto o un meme que habla de salvar a la gente o de la gente te salva, siempre hay alguien que me dice algo como «te tienes que salvar tú solo» —léase con tono repelente—, y entonces me cabreo. Después se me pasa porque pienso: “bah, si yo también estuve ahí, yo también me creí invencible”.
Pero antes, me paso un rato cabreada. Para empezar, porque estoy harta de esa «obligación» que parecen tener —especialmente en redes sociales— de darte su opinión. Su opinión con lo que ellos creen que es lo correcto, claro. No hay nada de científico en tu opinión, cariño. No en una que, además, habla de mis emociones.
En realidad, no es la opinión lo que me irrita, aunque otro día hablaremos de esa barra libre de sentencias sin saber, sin conocer y sin que nadie te pregunte. Lo que de verdad me fastidia es que te vengan a dar lecciones. ¿Alguien se pregunta realmente el impacto que puede tener lo que digas en el resto? ¿Ya nadie intenta decir las cosas con amor? ¿Ya nadie se calla con cariño?
Somos seres cíclicos, la vida está llena de altibajos y algo que hoy ni te roza, mañana te puede destrozar. Algo que para ti no es importante, para otra persona puede ser un mundo, una montaña altísima.
Y sí, tenemos que hacer todo lo posible por sacarnos las castañas del fuego, cargarnos de herramientas para escalar cada montaña que venga, aprender, ponernos a prueba, descubrirnos y sorprendernos, PERO no tenemos por qué hacerlo todo solos.
Esta sociedad ha conseguido que creamos que dejarse ayudar es algo negativo, una muestra de debilidad. Y no, no lo es. Ni mucho menos. Si alguna vez no te ves capaz, pide ayuda, deja que te den la mano. Yo pienso hacerlo cada vez que necesite llegar a un lugar al que creo no poder llegar sola, y lo haré bien orgullosa porque hay alguien ahí que me quiere acompañar; aunque solo sea para estar cerca por si tropiezo, aunque solo sea para decirme que lo estoy haciendo bien, que no es otra cosa que lo mejor que puedo, que ya es bastante.
Siento deciros que no siempre se puede solo y, además, no es necesario. Puedo entender que no debamos poner todas nuestras esperanzas en el resto, nuestro destino en otras manos, pero si tienes que cargar un sofá hasta un quinto piso sin ascensor, es mejor subirlo entre varios y, si alguna vez te estás ahogando y no tienes fuerzas para nadar más, un «me tengo que salvar yo solo» no te va a sacar de ahí.
Muchos besos,
Mis libros | Web | Instagram | Spotify
💌 Si has llegado hasta aquí porque te han reenviado esta carta, no olvides suscribirte.
🎁 ¿Quieres regalar una suscripción a Hanami VIP?
Share this post