El otro día me desperté floja. A veces sucede. De vez en cuando, tu estado de ánimo depende de tus primeras acciones del día, de lo que escuchas o ves, de lo que te dicen o te dejan de decir, del tiempo que hace o de en qué estabas pensando cuando te acostaste el día anterior. Otras veces, es una cosa puramente hormonal.
Como os decía, ese domingo lunes martes lo que fuera, me levanté sin verme capaz de hacer mucha cosa, pero ahí estaba, intentando no convertirme en un gurruño en el sofá.
Mientras desayunaba, recibí una llamada: venían a verme y a ayudarme con lo que se me estaba haciendo bola. Y todo cambió, incluso antes de que nadie llegara a casa. Un segundo después, puse este tuit. Sin más, sin explicación, solo porque me sentía agradecida.
Cuando comparto un tuit, un texto, un poema, una foto o un meme que habla de salvar a la gente o de la gente te salva, siempre hay alguien que me dice algo como «te tienes que salvar tú solo» —léase con tono repelente—, y entonces me cabreo. Después se me pasa porque pienso: “bah, si yo también estuve ahí, yo también me creí invencible”.
Escucha este episodio con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Hanami | Una carta de Patricia Benito para escuchar este post y obtener 7 días de acceso gratis a los archivos de posts completos.