Conocí a Zahara en clase de yoga hace seis años. Ella aún no era madre y yo estaba convencida de que ya me había curado. Yoga muy temprano en la terraza de un hotel pijo de Madrid. Qué cosas. Tú vas un día a una actividad cualquiera y te encuentras con gente que resulta que va a formar parte de tu vida, que la va a cambiar. Por eso intento no olvidar lo importante que es seguir en movimiento, aunque sea con gestos minúsculos.
No recuerdo en qué momento pasamos de ser vecinas de esterilla a que me dedique su disco más complicado. Realmente no sabría decirlo, no podría explicar el camino recorrido o en qué momento cambiaron las cosas. Tengo la sensación de que siempre fue como ahora.
Os cuento esto porque hoy no estoy sola en esta carta. Cuando pensé compartir este espacio con amigas que me inspiraran, tenía claro que no podía empezar con otra persona. Sólo le pedí que escribiera María Zahara, que a Zahara ya la teníamos en las canciones y en los escenarios.
Aquí os la dejo ❤️.
Cada domingo escribo a la Benito.
Lo hago muchas más veces a la semana, de hecho prácticamente todos los días me comunico con ella por alguna de las vías que existen, pero los domingos suelo mandarle un mensaje largo, o un podcast al llegar a casa después de los conciertos. Es una manera de escribirle diferente, porque en el día a día lo que hago es dejarle un mensajito mientras me hago el Colacao, o le envío una foto de lo que estoy leyendo o de lo que voy a ver en el ordenador... Pero los domingos, cuando la furgo me deja en la esquina de mi casa o cojo el taxi en Atocha para volver a mi hogar, empiezo a acordarme de ella de una forma distinta. Pienso en esa Benito que me encantaría que viviera en mi casa y estuviera ahí cuando yo llegara, a la que contarle lo guay que ha sido tocar en no sé qué ciudad, lo emocionante que fue cuando alguien del público me miró en un momento concreto, lo cansada que estoy de tanto viaje, el dolor de espalda... Me encantaría que ella contraatacara con sus textos escritos en mi ausencia, que me dijera todo lo que ha pensado cada mañana en el silencio de la habitación, lo que ha comido, las veces que miró por la ventana.Si no voy muy cargada y vengo en tren, suelo hacer el camino a casa andando porque tengo las piernas entumecidas del trayecto y el caminar me va a sentar bien. Si hace bueno y la gente está en las terrazas y el airecillo me da en la cara, la sensación que me embriaga es tan buena que lo que siento es una especie de tristeza que me cuesta esconder. Me atraviesa una pena de la que no localizo el origen, por la que no hay motivos aparentes.
Miro mi cuerpo sin golpes, no hay restos de accidentes que la hayan podido provocar y sin embargo la nostalgia que siento es profunda, me recorre incómodamente porque no hay hueco reservado para ella. Me imagino sentada en cada una de esas terrazas que voy dejando atrás, con un vino y con Benito riendo a carcajadas, el cerebro frito del cansancio, sin poder articular frases seguidas bien, pero siendo genuinamente feliz.
No añoro que la Benito ya no viva en mi misma ciudad porque cuando todavía vivía en Madrid su casa estaba tan lejos de la mía que la sensación era parecida. Además, ambas valoramos mucho nuestra soledad y nos encanta vivir como las señoras que somos ya sabiéndonos nuestras manías y rutinas... pero los domingos... ay, los domingos me vuelvo egoísta y en ese ataque de querer las cosas sin pensar en las consecuencias quiero que la Benito viva unas horas en mi casa, que se instale entre mis paredes y las vista con su energía y que ese día, durante unas horas, lo deje todo: sus planes, sus otras amistades, su vida en su ciudad perdida.. y se instale en mi salón, tumbada en mi sofá o dejada caer en la alfombra, que me cuente y que me escuche, que esté al otro lado mientras cada una lee su libro favorito, que se convierta en una parte tangible de mi vida, que se invente una magia oscura para que sea ella siempre mis domingos.
—María Zahara
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Hay gente que entra en nuestra vida para ponerla patas arriba y luego irse, pero otras personas van entrando despacito, como sin hacer ruido y cuanto te quieres dar cuenta se han convertido en uno de los pilares que sostienen nuestra estabilidad y lo sabes justo cuando un día de esos en los que estás mal es su teléfono el que marcas o su casa la que invades y sus noches las que desvelas...
Cuando tienes a alguien así cerca (no hablo de distancias físicas) es sentir siempre su calor y su arropo.
Un beso enorme a las dos. 😘 😘
Qué precioso es todo lo que nos compartes. Vaya dos mujeres top y qué manera de llegar a lo más hondo con cada letra que escribís. Dentro de unas semanas veré a Zahara en BCN, fila 1 como es debido, ese día para mi estarás tú también estarás en el escenario. No puedo sentir más admiración por las dos