Son las 19.28 de la tarde del domingo y, mientras escucho la lavadora y a la secadora trabajar a la vez, busco las ganas de subir a arreglar la habitación que usaré a partir de ahora como despacho. Están difíciles de encontrar, no te mentiré. Lo único que siento en este momento es hambre; ni un atisbo de emoción en nada que implique levantarme de aquí. …
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