La monstera está tremenda, y eso que la maltrato un poco. Me la regalaron mis amigos cuando se me morían todas las plantas; imagino que era la forma que tenían de demostrar su fe en mí. Desde entonces, no me ha abandonado ni un solo ser vivo en tiesto. Quiero pensar que no es casualidad, sino la consecuencia de un día bonito. Lo dejo por escrito por si un día se me olvida que lo que haces por el resto tiene consecuencias, y no es una amenaza, sino un regalo.
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Tengo antojo de un bocadillo de atún con mayonesa y aceitunas, pero no tengo ni mayonesa ni aceitunas —y creo que tampoco pan—, porque mi cocina está llena de cosas sin calorías. Soy imbécil. No me juzguéis: ni por lo de insultarme, ni por lo de mi despensa, ni por seguir viendo TikToks de cestas de la compra de gente que no tiene ni mi cuerpo ni mi edad ni mi ausencia de ganas. Me pregunto hasta qué punto es sano demonizarlo todo y, por supuesto, no tengo respuesta.
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Estoy harta: de estar, de no estar, de este plan estratégico de mandar a cierta gente a la mierda que se diluye en un montón de algodón de azúcar cuando llega el momento de hacerlo, del bien y del mal, de los bandos, de la gente cuadriculada, de las migajas, de las listas y los podios, de los que creen tener siempre la razón, de algunos días de mi ovulación, de las veces que me bloqueo como personaje de videojuegos estampándose contra la pared. Tal vez esta última imagen es la que más me representa ahora mismo.
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Volviendo a lo de mandar a la gente lejos, es justo decir que no lo hago porque tiendo a desaparecer saltándome este paso, sin redoble de tambores y, cuando lo hago, no hay next season. Los focos no me gustan ni siquiera para una salida triunfal. Y si ya no me gusta el lugar, no hay manera de volver a encontrarle el encanto.
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Llevo más de un mes intentando escribir unas columnas que tengo en mente para presentárselas a la revista. No soy capaz ni de acabar la primera, la que introduce todo, y eso que me encanta la idea. Se me vuelan los días y no consigo concentrarme ni un segundo; dudo de si es porque no me gusta cómo escribo o porque ya no soy una persona productiva. No nos engañemos, nunca lo fui. Solo tengo algunos momentos de lucidez. Pero, ¿por qué no consigo hacerlo? ¿Cómo voy a mantenerme si no soy capaz de unir dos frases con sentido?
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No hay mucho más donde rascar hoy, solo tengo estos pensamientos chiquitos.
Por cierto, ya llevamos más de cuatro años de Hanamis 🖤.
Que tengáis buena semana.
Los focos no me gustan ni siquiera para una salida triunfal. Y si ya no me gusta el lugar, no hay manera de volver a encontrarle el encanto.
Mi certeza, gracias.
A mi me parece fenomenal el desvarío y la forma en que escribes 🙌🏻❤️❤️❤️